El Amor es fuerte como la muerte

El Amor es fuerte como la muerte
Homenaje a la vida de mi hijita mayor Fergy Purísima

miércoles, 8 de julio de 2009

DE LAS FUENTES DEL VIVIR Y DEL FILOSOFAR

Tratando de tener un acercamiento lo más fiel posible, a la realidad a ser estudiada, cuyos resultados serían los de mi tesis de bachillerato, comencé por caer en la cuenta que casi todos los bachillerandos (concédaseme este término), se ven obligados a desconfiar del valor de sus propias capacidades de experimentar y pensar el mundo, transfiriendo este valor a otras personas, generalmente ausentes -sino en el tiempo sí en el espacio, o viceversa- cuánto más lejos mejor; y, si es de cuna occidental (preferiblemente no hispano), es la cereza en el postre.

Esta metódica, sistemática, por lo mismo, imperceptible y atemática, atmósfera de negación axiológica del propio vivir, pensar y sentir del mundo, garantiza la aceptación acrítica de esta primordial traición a la exigencia de autenticidad y genuinidad que reclama la vivencia personal del mismo.

No significa nuestra denuncia, que la contradictoria sea verdadera, a saber: toda experiencia y pensamiento de los otros carece de valor, ni mucho menos, pero sí podemos relacionar ambas posiciones como contrarias inclusivas (disyunción inclusiva, por lo menos una) entre sí, no como contradictorias, en el sentido que pueden ser ambas verdaderas al mismo tiempo (en el sentido de complementarias), así como, por lo menos una debe ser verdadera.

Nuestra posición excluye la posibilidad de la inautenticidad total, en la vivencia del mundo, pero no de una escala mayor o menor de autenticidad de la misma. Por supuesto, esta escala no es descubrible a priori, sino en el ejercicio de la experiencia personal del mundo. Ahora sí nos encontramos en capacidad de encontrarnos con los otros horizontes auténticos del mundo, en pie de igualdad, en cuanto complementarios y mutuamente enriquecedores. Los que están a la búsqueda de la filosofía, como si esta fuera el santo grial, a partir de la cual reclamar para sí una autoridad jerarquizante y dominadora, tampoco encontrarán en mi propuesta el asidero que buscan.

Porque la escala mayor o menor a que aludo, al revelarse solo en el encuentro de horizontes, y enriquecer mutuamente a los respectivos focos personales de irradiación y revelación, no puede asignarse a la carga personal previa al encuentro, sino al nuevo horizonte engendrado y que origina una coordenada de revelación del mundo que trasciende las coordenadas espaciales y temporales en que se dan, y en esa medida se constituye en un ámbito legítimo de público acceso, y de enriquecimiento continuo.

Por tanto, negar de entrada el valor de la legitimidad y autenticidad de nuestra propia experiencia como ámbito de revelación del mundo, invalida de raíz cualquier intento metodológico de vivir y pensarlo. Puesto que nos incapacita para el encuentro necesario entre horizontes de revelación de la vivencia del mundo, encuentro frustrado y que tiene como resultados, el enciclopedismo rutinario y repetitivo, la mera instrumentalización del mundo, el ocaso de la libertad y de la creación, el oscurecimiento del ser y del valer.

Para que fructifiquen estos encuentros, debemos ser concientes de la necesidad de asumir nuestro propio horizonte de vivencia del mundo, como absolutamente valioso y necesario. No debemos renunciar metodológicamente a nuestro horizonte, sino despegarlo para hacer posible el encuentro enriquecedor, el velero no se dirige con eficacia hacia el sublime horizonte soleado, sino cuando despliega toda la extensión de sus velas, asegurando su rápida y audaz marcha a la crepuscular fusión solar, como símbolo del encuentro fontal.



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